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Gabinete de Comunicación do Colexio Oficial de Traballo Social de Galiza

Colexiación

La inclusión no es un privilegio, señoras y señores del Senado; es un derecho

Autora: Paula Prada. El pasado 14 de febrero, el diario ABC se hacía eco de una noticia quizá menos sensible de lo que cabría esperar en tan romántico y amoroso día. Y es que más allá del amor individual parece no haber cabida en esta sociedad para un amor colectivo y comunitario, inclusivo y, por qué no decirlo, antiopresor.

La noticia en cuestión explica que la senadora Virginia Felipe, que se desplaza en silla de ruedas, se ausentó al servicio ubicado en la cuarta planta del Senado, y al intentar regresar a su puesto encontró dificultades, ya que habían cerrado las puertas en su camino. Al no llegar a tiempo a la votación que tenía lugar en ese momento, fue su asistente personal quien presionó el botón de Virginia, hecho que dio lugar a un apercibimiento a la senadora.

¿Y en qué consistió tal apercibimiento (aprobado gracias a los votos de PP, PSOE y PNV)? En primer lugar, su voto no fue tenido en cuenta, por lo que fue recogido como una abstención, al entender, tal como refleja el artículo de ABC, que “el sufragio es indelegable, según recoge la Constitución”. Pero esto no acaba aquí; la cámara del Senado decidió echar una reprimenda a la senadora, alegando que se invirtieron más de 113.000 euros en obras de adaptación del edificio, así como un “gasto extra de 79.000 euros al año” en los salarios de sus asistentes personales, por lo que, en palabras del vicepresidente del Senado: “no podemos analizar el caso como si fuese una senadora discapacitada sin más, sino como una senadora normalizada”.

Presentemos la respuesta a los señores y señoras del Senado de manera sencilla y en cómodos pasos:

Por una parte, tiene su punto humorístico que la misma Constitución a la que tanto se aferran para defender lo indelegable del sufragio, sea el mismo texto que en su artículo 14 habla clara y explícitamente de igualdad ante la ley y no discriminación de todos los españoles. ¿Puede ser entonces que la senadora Virginia Felipe tenga el mismo derecho que el resto de sus compañeros y compañeras de la cámara a votar sin ser discriminada por su condición de discapacitada? Dice la Constitución que sí… ¿Y puede ser que, si por problemas de movilidad la senadora no puede votar y lo hace su asistente y por ello es apercibida, se le esté discriminando? Desde luego. Si el sufragio es indelegable y la senadora no podía llegar a tiempo por razón de su discapacidad, ¿no sería más lógico aplazar la votación? Han alcanzado ustedes el absurdo, señoras y señores. Se me ocurre que quizá para votar en ocasiones venideras deban hacerlo saltando a la pata coja, para tratarlo con la misma seriedad con la que tratan ustedes la inclusión.

En segundo lugar: Señoras y señores del Senado, echar en cara a Virginia Felipe que se hayan invertido 79.000 euros anuales en los salarios de sus asistentes y 113.000 euros en adaptar el edificio es demostrar que son totales desconocedores de la Ley (les recomiendo echar un vistazo al Real Decreto Legislativo 1/2013, especialmente a su capítulo V), así como de la lucha de las personas con discapacidad por el derecho a recibir asistencia personal (claro, suponer que los señores y señoras del Senado puedan ser conocedores de esta lucha, quizá sería mucho suponer). El edificio, senadoras y senadores, no se ha adaptado a Virginia Felipe, se ha adaptado a la Ley y a la imperiosa necesidad de adecuarse a una arquitectura inclusiva, para todas y todos sin discriminación. ¡Vaya capricho pretender que los edificios públicos sean accesibles a todas las personas! ¡Qué sinvergüenza Virginia por exigir que se cumplan sus derechos! ¡Qué sinvergüenza por recibir asistencia personal!

Poco queda por decir con respecto a este aberrante acontecimiento, y mucho queda por trabajar por una sociedad verdaderamente inclusiva, que entienda que es el entorno el discapacitante y trate de eliminar barreras, prejuicios y perjuicios a lo diferente.

Señoras y señores del Senado, han ustedes (o más bien todas las personas contribuyentes) invertido dinero en adaptar el edificio para eliminar las barreras físicas en él; inviertan tiempo ahora en eliminar esas otras barreras que no se ven, pero que son si cabe más opresoras, y que están en sus cabezas. Porque no, señor Sanz, la senadora Virginia no es una senadora “normalizada”, en tal caso, y si llegase ese día (¡ojalá!) sería una senadora con movilidad reducida en una sociedad inclusiva, que no le discrimina ni le cierra puertas en su propio puesto de trabajo.